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La foto de hoy es posiblemente la más fea que he puesto nunca en el blog. La foto es lo de menos, lo importante es el cartel. He estado haciendo fotos de mi segunda casa, el bar La Calle, y dentro del almacén me he encontrado pegado a la puerta este incunable realizado por Sebas que yo pensaba que se habría perdido con el tiempo. Es el cartel anunciador del primer y creo que último “Cerrock”. No es difícil imaginar que tal evento consistía en irse a un cerro a dar guitarrazos. Fijaos en la fecha, era el año 97. Un año antes habíamos acudido a aquel legendario Festimad (The Smashing Pumpkins, Rage Against The Machine, etc) que supuso el pistoletazo de salida para la avalancha de festivales veraniegos que desde entonces se celebra cada año. Digo esto para dejar bien clarito que los colegas y un servidor estabamos ahí desde el principio, que fuimos pioneros en algunas cosas, al menos en mi pueblo. Pioneros con muchas ganas de hacer cositas distintas, de demostrar que sabíamos hacer algo más que fumar porros. Como he dicho la idea era simple, juntar a gente en un cerro para menear la melena y bailar pogos al son de la música en directo. El cartel lo componían las dos bandas punkis del pueblo, San Juan de Dios y Suburbia. Entre ambos grupo había un pequeño pique por aquel entonces que afortunadamente se arregló muy bien con el tiempo. Los míos eran los Suburbia, más que nada porque yo era el batería, y mientras que los San Juan de Dios le gustaban un poquito más a la gente los Suburbia hacíamos mejor música (el blog es mío y doy la versión que me sale de las narices). Ellos cantaban en castellano y hacían punk kalimochero (dicho sin menosprecio ninguno, yo bailo pogos como el que más) y nosotros cantábamos en inglés y hacíamos una especie de punkrock en busca de un estilo definido pero muy verde todavía. Pero sonábamos bien, ellos y nosotros. Aquel pique se quedó en nada con los años y ahora solo me quedan buenas amistades y un montón de grandes recuerdos tras haber compartido escenario (y cuando digo escenario me refiero a escenarios de verdad pero también a chiringuitos, aceras, matorrales, salones de casas okupas, descampados, antros oscuros, etc) con un grupo mítico de Ciempozuelos como San Juan de Dios. Ellos son míticos y los Suburbia somos legendarios.
. Aquella noche de verano del 97 conseguimos congregar en un cerro bien apartado del pueblo a unos cincuenta o sesenta punkis y no punkis. Teníamos un generador de gasoil que hacia un ruido de mil demonios, un par de pantallas de sonido, tres o cuatro amplificadores, un trozo de cerro más o menos plano para montar el campamento, una hoguera y muchísimas ganas de fiesta. El escenario era otra vez el puto suelo pero ahora rodeados de matas de tomillo y la iluminación no fue un problema pues a los punkis de mi pueblo les das cuatro bombillas, seis metros de cable y tres palos de escoba y te montan un despliegue de luces que ríete tú de U2. También teníamos kalimocho para una guerra y seguro que alguien se llevó algo ilegal. Tocar en un cerro al aire libre utilizando el equipo más barato que has podido comprarte es jodido. Básicamente porque el que toca no escucha la música. Se la lleva el viento. Los que están dándose patadas delante de las pantallas puestas a todo trapo tienen más suerte pero los músicos básicamente tocan por intuición, sin tener muy claro si estarán acompañando bien la canción o se estarán yendo por los cerros, nunca mejor dicho. Además de esto recuerdo que a mi constantemente se me escapaba la batería cerro abajo porque no estaba clavada al cerro y yo talento no tengo pero le pego con muchas ganas. Estos pequeños contratiempos se quedaban en nada cuando veías delante de ti a un montón de gente bailando tu música como posesos en medio de la nada e iluminados por cuatro bombillas y una hoguera. Como colofón a los conciertos ambos grupos nos hermanamos en tan agreste escenario y tocamos juntos un par de temas. Ese solo fue el colofón a los conciertos porque el cachondeo siguió toda la noche (aunque estuvo apuntito de terminar de golpe cuando al Pepelu se le ocurrió avivar la hoguera con la garrafa de gasolina y ocurrió lo que os imagináis) y finalmente la fiesta acabó como tiene que acabar cualquier fiesta punki que se precie, con la llegada del alba y de la Guardia Civil.
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