lunes, 28 de febrero de 2011

Dim Sum

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Ha salido el sol y lo hemos celebrado con uñas cañas en la playa. El sol hace rato que se ha ido a la cama pero la inercia es muy mala y aún nos estamos bebiendo la penúltima. Después de pasarme la semana entera dando vueltas más solo que el Tomatito se agradece mucho el compadreo. Las cañas al sol con colegas son una de las siete maravillas del otro mundo, este. Encima hoy me he encontrado dentro de uno de los garitos una jukebox y he podido dar la brasita con mi selección de éxitos atemporales. Si me das una cerveza y me dejas mirar tu colección de cds la has cagado amigo mío. En nuestro peregrinar por los garitos del pueblo nos hemos terminado encontrando de nuevo con Crazy Daisy, que es la de la foto, a la que ya se le había olvidado lo de la barbacoa y se encontraba muy ocupada paseándose de un lado a otro con una botella de vino y una copa.
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sábado, 26 de febrero de 2011

Mong Kok

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Como soy un agonías ya estoy pensando en la pena que me va a dar irme de aquí a pesar de que no me vuelvo hasta el jueves. Tirarte tantos días en el mismo sitio hace que te sientas uno más y te den ganas de empadronarte. Llevo encima el abono transporte hongkones, voy a la lavandería, he ido al médico, cuando aparezco por la mañana en la cafetería de la esquina la camarera me sonríe y me pregunta “¿coffe with milk and one sugar take away?” y poco a poco voy relacionándome no solo con guiris borrachos sino con nativos de ojos rasgados. Si consigues que una china se ria le desaparecen los ojos y parece que todo le hace más gracia. Anoche Miguelín y yo estuvimos en un concierto aquí en Lamma y conocí a Daisy, una lugareña que a la tercera copa de vino se empeñó en darme un recuerdo y se tiró más de media hora concentrada en hacerme dos minúsculas figuritas de origami con el papel de mi paquete de tabaco. Luego nos invitó a una barbacoa en su casa el domingo pero más tarde me enteré de que en el pueblo la llaman Crazy Daisy y ya no sé si ir.

martes, 22 de febrero de 2011

Dui bu qi

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lunes, 21 de febrero de 2011

Kowloon

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Después de haber salido ayer de nuevo por Wan Chai y haber conseguido volver a casa sin un boquete en un costado y un riñón menos hoy de nuevo he estado de peregrinación sin rumbo con la cámara. En esa peregrinación he tenido tiempo de descubrir el amor en un parque. De descubrir el amor de otro. Un tipo me ha seguido por un parque y cuando me ha pillado a solas junto a las jaulas de unos loros se me ha acercado y sonriéndome me ha ofrecido una flor y me ha dicho: Welcome to Hong Kong, handsome. El tipo no era chino, era árabe y sin duda pretendía ponerme mirando a la Meca así que le he dado las gracias y he salido disparado de allí dejándole al pobre con la flor en la mano. A lo mejor solo quería hablar conmigo y regalarme una flor y yo soy un creído prejuicioso e ignorante (que también) pero a lo mejor no y con las cosas de comer no se juega.
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sábado, 19 de febrero de 2011

Yung Shue Wan

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Hong Kong son muchas islas y algún trozo de tierra firme. Miguelin vive en la isla de Lamma, en un pueblecito de pescadores llamado Yung Shue Wan. Para llegar al centro de Hong Kong (que en vez de ser una plaza es una bahía) hay que coger un ferry y una vez allí coger otro, que más que ferry parece el barco de Chanquete, para moverte de un lado a otro. También puedes moverte en metro pero a alguien nacido en pleno secarral del sur de Madrid ir en barco le parece una aventura fantástica mientras que el metro es como todos los metros del mundo pero con siete millones de chinos mirando su iphone.

Miguelín curra como un chino y solo le veo cuando me despierta por la mañana al largarse y cuando llega a casa a las mil. Mientras él se gana la vida yo me pierdo por ahí con la cámara en la mano. La putada de hacer fotos en Hong Kong es que siempre está nublado. Un nublado sin nubes, un manto gris plomizo que borra los millones de colores que te rodean. Por eso es mejor esperar a la noche y los neones para salir por ahí con la cámara. Lo malo de esto es que a mí normalmente la noche me confunde y no quisiera acabar en una esquina cambiándole mi cámara a un chino por vete tú a saber qué o quién.

Aquí está todo más barato por los cojones! Joder con los chinos, qué pronto han espabilado. Te clavan lo mismo o más que en España por casi todo. Este último dato va especialmente dirigido, así como sin querer la cosa, a aquellos optimistas que esperan un regalito a mi vuelta. Os lo aviso desde el cariño, os voy a llevar una mierda.

Mi dieta básica se compone de a) plato de arroz con algo por encima + cerveza: 3 euros, o b) mierda comprada por la calle imposible de identificar: 2 euros el puñao. Está todo bastante bueno y tengo que decir que ayer mal que bien conseguí comerme el arroz con los palillos. Ahora tengo granos de arroz hasta dentro del móvil pero estoy orgulloso de mis progresos.

Fíjate tú que cosas, hoy he subido por la escalera mecánica exterior más larga del mundo. Ochocientos metros de escalera mecánica. Te lleva a la quinta puñeta y al llegar arriba descubres que solo se les ocurrió hacerla de subida y que te toca bajar de la quinta puñeta andandito.

Llego ahora del Diesel, un bar de aquí del pueblo donde se reúnen por la noche ingleses, irlandeses, escoceses, americanos, australianos y dos de Ciempozuelos, etnias especialmente dotadas geneticamente para la ingesta de alcohol. Yo soy un imán para los cansinos y borrachos y me ha terminado pillando por banda Paul, un irlandés clavadito al gordo de los Morancos, y me ha contado su vida utilizando solo las palabras “cheers”, “fuck” y “man“. Miguelín también ha tenido ración de guiri y le ha tocado llevar a casa a otro ingles borracho, valga la redundancia. Y cuando digo llevar no me refiero a acompañar sino a llevar a cuestas como un fardo con ayuda de otro tío. Miguelín estaba supercontento cuando ha vuelto casi una hora después, tras haber tenido que lidiar con la muy cabreada esposa del fardo. Al final de la noche ha ocurrido algo que no me esperaba y que me ha hecho especial ilusión estando tan lejos de casa, ha llegado la policía.

En fin, que me lo estoy pasando bien.
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jueves, 17 de febrero de 2011

Wan Chai

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Después de ver la foto de arriba cualquier lector avispado podrá deducir que ayer no llegué a casa en condiciones de contaros gran cosa. Esa bonita estampa corresponde a nuestra tarde de cañas por Wan Chai. La traducción exacta de Wan Chai no la sé pero visto lo visto creo que puede traducirse perfectamente como Sodoma y Gomorra. Madre del amor hermoso, qué libertinaje. Daban ganas de santiguarse. También daban ganas de otras cosas pero fui capaz de largarme de allí, no sin esfuerzo, antes de que mis pelotas se adueñasen de mi voluntad y me volviese loco en busca de un cajero. Alabados sean los pobres porque ellos no pueden permitirse caer en la tentación.
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miércoles, 16 de febrero de 2011

Ni Hao Ma

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Intentare ser esquemático:

Esto es la ostia.

Estar aquí con Miguelín es la reostia.

Mi manejo con los palillos a la hora de comer ha mejorado bastante desde mi llegada. He pasado de meterme el palillo en un ojo a tirarme el trozo de pollo sobre la bragueta.

Calamares fritos: 580 hkd, gambas con lechugaza: 450 hkd, pollo al limon: 600 hkd, que le pidas servilletas al camarero y te traiga un rollo de papel del culo no tiene precio.

La historia del masaje de hora y media que nos han dado a Miguelín y a mi dos chinas en un cuartucho de mala muerte mejor os la cuento con una caña delante porque no tiene desperdicio. Vaya por delante para los malpensados que no nos la han chupado. Ni ellas sabían ingles ni nosotros chino pero nos hemos descojonado los cuatro.

Como la cabra tira al monte he acabado cantando a voces en un bar el “Last Caress” de los “Misfits” a duo con un americano que tenía dos buenos motivos para estar contento. Uno es que hace poco que ha vuelto de Irak de pegar tiros y el otro que se acaba de divorciar.

Y por cierto, ¿quién me había dicho a mí que las chinas no eran guapas?
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lunes, 14 de febrero de 2011

Lorazepam Airlines

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Llega uno de Ciempozuelos a Hong Kong y se encuentra con otro de Ciempozuelos. No es un chiste de paletos, son mis vacaciones.

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Volar es una maravilla si te comes una pastilla. Qué paz y qué modorra celestiales. Me habría ido en ese avión hasta Plutón. Y tiempo me había dado porque joder lo lejos que está Hong Kong de mi pueblo. El viaje es tan largo que en el avión nos dieron merienda, cena y desayuno. Como era gratis me lo comí todo y esa sin duda fue la causa de que horas después sufriese un espantoso retortijón a treinta mil pies de altura. Me pasé media hora agarrándome las rodillas en el retrete mientras sobrevolábamos el desierto del Gobi. Una vez en China y a pesar de la cara de resaca que tengo en la foto del pasaporte me dejaron entrar al país sin problemas. Luego todo se llenó de luces de colores y chinos por todas partes. Aún sigo con los ojos como platos.

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