jueves, 25 de febrero de 2010

Cobaya

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Creo que ya os he contado alguna vez que me suelo cortar el pelo en una escuela de peluquería que hay cerca de Atocha. No es que vaya de guay, que también, sino que solo me cuesta cinco euros y me siento bastante más atendido que en mi pueblo, donde te clavan doce pavos y en diez minutos te espabilan con el corte de pelo estándar del ciempozueleño medio. En la escuela me tiro una hora sentadito en mi sillón, contando por esta boquita como quiero que me lo corten, cogiendo ideas de catálogos con modelos que estarían guapos hasta con la calva de mi padre y siendo supervisado cada pocos minutos por el profesor no vaya a ser que un alumno fumeta te la líe. Eso es lo malo, si te toca la más lista de la clase te deja tan guapo que no te besas porque no te llegas pero si te toca el más cerril es mejor que te lleves una gorra por si acaso. A mí una vez y por innovar demasiado me dejaron como a Bimba Bose. El corte de pelo en cuestión se llamaba “desconectado” y consistía en una especie de pelo a tazón picasiano, con un flequillo asimétrico que me tapaba un ojo si y otro no. Hay que ser muy pero que muy guapetón para no parecer idiota con ese pelo y a mí me tocó aguantar un pitorreo bastante majo en mi pueblo. Desde entonces no he vuelto a desconectarme el pelo y he seguido caminos menos arriesgados, pelo corto por los lados y revuelto por arriba, un básico. El otro día volví a la escuela para que me podasen un poco y llegué tan pronto que acababan de abrir y yo era el primer cliente-cobaya del día. Me pasaron al lavadero y una simpática alumna llamada Alba me lavó el pelo durante un buen rato. Me chifla esta parte, me encanta meter la breva debajo del agua tibia y sentir las manos de la peluquera sobeteándome. Me relajo tanto que algún día se me va a escapar una baba. Una vez lavadito me dirigí con mi toalla en la cabeza hacia uno de los sillones frente a los espejos y esperé hasta que vino el profesor, me preguntó como me lo quería cortar, me giró un par de veces la cabeza con la mano, me pasó la mano por el pelo y me dijo: “hoy te lo voy a cortar yo y no te vamos a cobrar ¿vale?...chicas venid aquí”. Las “chicas” eran veinte alumnas de primer curso de peluquería ansiosas por asistir a la primera demostración práctica de corte masculino. Menudo papelón. Toda la clase se situó detrás de mí y durante una eterna hora y media estuvieron mirando mi cogote con atención. Yo no sabia donde mirar pues tenía delante un espejo donde veía a todas las chicas y donde todas las chicas podían ver mi cara de “no me da ninguna vergüenza que me miren fijamente veinte chicas, estoy súper bien”. El profesor se tomó con calma la explicación de cada paso a seguir con momentos especialmente bochornosos como cuando dijo “acercaos más chicas” y teorizó sobre los distintos tipos de cabello poniendo como referencia mi débil y escaso pelo mientras las chicas me rodeaban en una especie de melé y yo me maldecía por no haberme restregado los oídos con más fuerza al ducharme. Justo cuando ya estaba a punto de acabar el corte al profe lo llamaron por teléfono y el muy cabrón se largó a contarle su vida a alguien dejando solas a las alumnas. Todos sabemos qué pasaba cuando íbamos al cole y el profesor se piraba de clase, risas, paridas, jolgorio en general y cuchicheos. Todo ello a mis espaldas. Yo intenté participar de ese jolgorio con un chascarrillo que obtuvo un éxito discreto entre la audiencia así que cerré la boquita y me concentré en leerme con sumo interés los ingredientes de la gomina. Cuando el profesor volvió me dio los últimos retoques, me secó el pelo, me lo peinó con cera y como colofón giró la silla para que toda la clase viese el resultado de frente. Esto era demasiado tentador así que no me pude aguantar y pregunté: ¿Cómo estoy chicas? Y por primera y seguro que última vez en mi vida veinte chicas me dijeron a la vez: “estás muy guapo”.

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miércoles, 17 de febrero de 2010

Madriz

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Mañana me voy de vacaciones a…….Madrid. Los que leen estas palabras desde Singapur quizá no aprecien el calibre de este viaje. Yo vivo a 31 kilómetros de Madrid, nací allí, he salido mil veces por allí, he estudiado allí, he vivido allí durante seis años (hasta hace una semana pensaba que eran ocho años) pero es la primera vez que me voy a Madrid de vacaciones. Cuatro días en un pequeño y cuco apartamento de la Latina con mis compañeros de curro de Port Aventura. Una de León, otra de Reus y otro de Sevilla. Ahora mismo me siento como me sentía cuando estaba en el cole y al día siguiente teníamos excursión al Safari Park. Ilusionado, expectante y algo nervioso. Siento también un poco de responsabilidad pues lo último que quiero es que mis amigos se aburran. Yo soy muy simple y siempre que voy a Madrid voy a los mismos sitios a hacer lo mismo. Tendré que emplearme a fondo improvisando y dejar de lado mis escasos principios, si hay que ir a la Joy Eslava se va y punto. Pero ya intentaré yo que las ganas de ir a la Joy se diluyan antes en mil y una cañas en los baretos más grasientos de la capital. Ya os contaré si lo consigo o si termino discutiendo acerca de mis pintas de gitano con un gorila en la puerta del Gabanna.
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lunes, 15 de febrero de 2010

Canguro

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Esta mañana me ha tocado quedarme de canguro con mi sobrinita recién nacida y aunque en un primer momento estaba algo acongojado al final la cosa ha sido coser y cantar. Ana es una muñequita que se pasa el día entero soñando con angelitos y que solo se despierta para comer. Mientras duerme a veces sonríe, lo que unido a su redonda y calva cabecita y a esa paz que desprende la convierten a mis ojos en un pequeño buda feliz. Es un solete, se me cae la baba.
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Durante la comida he comentado la poca guerra que me ha dado mi sobri y mi madre me ha dicho que ha salido a mi hermana, que solo lloraba para pedir el rancho. Luego mi madre se ha empeñado en contarle a mi cuñado que el único hermano de mi única hermana se pasó llorando los primeros nueve meses de vida. Ininterrumpidamente. Con mayor intensidad de madrugada según mi padre. El punto culminante de este no parar de dar el jode tuvo lugar una noche en que mi madre, algo trastornadilla tras meses de no pegar ojo, me cogió en brazos y le dijo a mi padre “ahora mismo lo tiro por el balcón Julián”. Julián debía de estar tan harto de mí como mi pobre madre pero ya que les había costado tres años de esfuerzos conseguir la parejita convenció a mi madre de que era una mala idea deshacerse de mí. Mi padre me cogió en sus brazos y en vez de estrangularme hasta hacerme callar aguantó mis lloros toda la noche mientras mi madre se bebía una marmita de tila en la habitación más alejada de mis llantos. Parece ser que a los nueve meses de vida maduré y ya solo lloraba mucho y no siempre. Después de esta bonita historia mi madre ha seguido amenizando la comida con otro gran momento de mi más tierna infancia. El momento en que yo, que fui el último en llegar, el hermanito pequeño, el mimado, cogí pelusa de mi hermana mayor. Cuando yo digo que soy un miserable…
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sábado, 13 de febrero de 2010

Uno de los nuestros

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Como veréis por la foto apenas me aburro cuando me quedo en casita un sábado por la noche. Harto de naufragar por internet me he bajado al sótano a ver si se me ocurría alguna foto. Estoy un poco tétrico últimamente y mi primera idea era hacer una foto de un tipo cavando su propia tumba pero entre que no me apetecía ponerme a picar en el patio y que no sabia como representar que era una tumba para él y no para su primo Vladimiro al final he desechado la idea. Un cadáver en un maletero era más factible y más gráfico. A lo mejor en la foto no parezco del todo un cadáver pero es que soy muy perro y esta noche no me apetecía morirme. La de la foto es mi mejor interpretación después de no pocos intentos bastante desastrosos. Las primeras veces no me daba tiempo a meterme del todo en el maletero una vez puesto el temporizador de la cámara y en primer plano salía mi culo en pompa. Al séptimo intento ya he sido capaz de meterme felinamente en el maletero teniendo cuidado de dejar el pie fuera no se fuera a cerrar el capó y empezase la auténtica fiesta de coger mierdas con cesta. He tenido que hacer unas pocas fotos más hasta conseguir no salir tenso como un bakala. Calculo que habré entrado y salido del maletero del Kadett unas quince veces. Un planazo para un sábado de carnaval. Si me lo curro puedo presentarme al Record Guinness. En el decimoquinto intento, una vez conseguida una postura creíble y después de escuchar el clic del obturador he salido corriendo ansioso por ver el resultado pero lo que he visto ha sido a una señora llamada Chon con un montón de ropa para tender mirando como su hijo de treinta y tres años salía del maletero del coche en calzoncillos. Mi madre ya sabe desde hace tiempo que soy un poco tonto pero su cara era la de haber pasado de pantalla. Señalando la cámara y el trípode he intentado convencerla de que no soy gilipollas sino que quería hacer una foto de un cadáver en un maletero. Un argumento demoledor. Con cara de darlo todo por perdido y antes de ponerse a tender mi pobre madre me ha preguntado “¿no sales por ahí?” cuando en realidad quería decirme “Miguel Ángel por favor te lo pido, vete a dar una vuelta con alguien antes de que te quedes tonto”. ¿Cómo explicarle que metiéndome en calzoncillos en el maletero hago menos el tonto que si me voy por ahí?

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miércoles, 10 de febrero de 2010

Qué fuerte

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Hoy he descubierto que no estuve ocho años casado sino seis. Qué fuerte me parece. Es una sensación rara, ahora no sé si esos dos años me faltan o me sobran. Esta corrección a mi propia biografía se debe a que hoy he pasado un rato leyendo mi diario. Lo empecé con veintidós añitos cuando estaba en Irlanda y la última anotación la hice con veintiocho primaveras viviendo en Madrid. Al principio lo cogí con ganas, en Dublín todo era nuevo, pero luego todo se enfrió y las últimas anotaciones tienen meses de separación entre ellas. Sin embargo es un completo esquema de cómo me fueron las cosas, por dentro y por fuera, durante buena parte de mi vida. Y me reconforta saber que no he cambiado con los años, sea lo que sea que soy ahora ya venía así de fábrica. Reconforta por un lado y joroba por otro porque también es una prueba de que aquellas cosas que quería cambiar siguen estando ahí. Si creéis que alguna vez me he puesto demasiado melodramático con mis miserias en el blog deberíais leer lo que escribía cuando sabía que nadie lo iba a leer. Santo Dios, a mí la Inquisición! Mis devaneos amorosos tampoco tienen desperdicio, menudo pringao, que manera de no acertar. Una vez leído el diario y con algo de perspectiva puedo decir que durante toda mi vida el drama y la comedia me han perseguido a partes iguales. Como a todo el mundo supongo. Si un día encuentro ganas me gustaría recopilar algunos pasajes del diario, ni muy plañideros ni muy obscenos, para que podáis comprobar que de aquellos polvos vienen estos lodos. Como aperitivo os dejo la única anotación del 06/04/2001:
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No recuerdo por qué llevo puestos dos calzoncillos.
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martes, 9 de febrero de 2010

Liam

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Me ha escrito Liam Mc Auley! No le deis vueltas al nombre porque ni os suena ni debería. Liam es el chavalito de dieciséis años que malvivía con nosotros en Dublín. Liam el “niño”, Liam el “pajero”. Hacía diez años que no sabía nada de él y estaba seguro de haberlo perdido para siempre. De hecho, basandome en sus usos y costumbres de aquella época cabía la posibilidad de que el mundo entero lo hubiera perdido para siempre. Liam era de Belfast y con quince años su familia lo mandó lejos de allí para que aprendiera un oficio y evitar que terminase siendo carne de cañón. En Dublín Liam encontró un trabajo de aprendiz de ayudante de pinche de cocina y mucha más tranquilidad pero mucha más libertad también. Se dio a casi todo vicio conocido a una edad en la que muchos apenas fumábamos porros. La única vez en toda mi vida que la policía me ha despertado de madrugada golpeando la puerta de mi casa fue una vez que Liam salió de fiesta, se puso del revés, para rematarlo se comió un tripi y cuando la cosa empezó a bajar cogió un taxi, se vino a casa, entró a por dinero para pagar el taxi pero se metió en la cama y durmió la mona de veinte pintas de cerveza. El taxista no se atrevió a llamar a la puerta por si al final el borracho esquizoide le partía la cara así que llamó a la policía. Cuando me desperté por el ruido y miré por la ventana vi un taxi, un coche patrulla de la Garda con las luces puestas, dos policías haciendo gestos para que abriésemos y un envalentonado taxista que daba vueltas con cara de mosqueo y hacia aspavientos hacia nosotros mientras ladraba cualquier expresión conocida formada a partir de la raíz “fuck”. Como tengo manía persecutoria instintivamente dudé ¿vienen a por mí? pero no, venían a por Liam o en su defecto a por treinta libras. A Liam fuimos incapaces de despertarlo así que el gabinete de crisis de naciones unidas (un francés y una francesa, un canadiense, un mexicano y uno de Ciempozuelos) acordó poner el dinero entre todos para que nos dejasen dormir tranquilos. Cuando se lo contamos al día siguiente a Liam el muy cabrón se partía la polla pero a la vez estaba jodido por haberse perdido la escenita con él en coma en la parte de debajo de una litera, dos maderos dándole voces y zarandeándole y sus cinco compañeros de casa decidiendo si pagan la deuda o lo entregan a la policía.
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Pues bien, ese Liam, el “niño” al que daba por perdido o por algo peor, me ha encontrado por el facebook y me cuenta que vive en Belfast, que tiene una estupenda mujer llamada Jenny, una casa y un trabajo como chef. También tiene a Emma, una niña de seis años que según sus propias palabras “is the best thing that ever happened to me“.

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domingo, 7 de febrero de 2010

¿Dónde os metéis?

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19:05. Llego a casa de Coco con una botella de ron Almirante y dos bolsas de hielo. Me abro una cerveza y antes de darle el primer trago Coco me pregunta si me quiero enchufar. Le digo que no, apenas llevo una hora despierto desde la siesta y no creo que me vaya a sentar bien. Prefiero beber algo antes. Coco se enchufa, coge una cerveza y un puñado de comics de Asterix y nos pasamos un rato hablando de lo malas que son las versiones cinematográficas del comic y el miedo que nos da que la inminente película de Tintín sea un fiasco. Entre cervezas y criticas cinematográficas se nos pasa un buen rato.
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20:30. Llega Blas con otra botella de ron Almirante y cara de haber intentado dormir la mona tras las cañas mañaneras sin haberlo conseguido. Efectivamente nos cuenta que como no se podía dormir se ha ido a Chinchón a fumarse un peta y beberse un gintonic. Se enchufa para ver si se le pasa el dolor de cabeza, como no se le pasa se toma un paracetamol y se hace un peta.
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21:00. Abrimos una botella de ron, yo me lo pongo con limón y estos con coca-cola. Coco pone el Tekken en la play y le da al vicio durante un buen rato con Blas. Yo no juego, nunca he tenido play ni videojuegos y soy un autentico paquete.
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21:30. Llega Epi con una cara bastante parecida a la de Blas. Se prepara un pelote, se hace un peta, coge el mando de la play y funde a estos. Me insiste tanto para que juegue que al final echo una partida contra él. Mi contrincante es un oso panda. Yo elijo una luchadora con pinta de buenorra pero la jodia está tan bien hecha que es fácil desconcentrarse de la pelea por mirarla el tanga. Me cae la del pulpo.
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22:00. Empieza el fútbol, Real Madrid-Español. El Madrid mete el primero muy pronto y se pierde un poco de emoción. Aparece Elmo, el hermano de Coco y se une a la tertulia futbolera. Nos cuenta que le van a clavar 500 pavos por el vestido de comunión de su niña. También nos cuenta que en su boda acabaron pegándose con los de otra boda.
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22:45. Descanso del partido. El tema se acaba y hay que llamar al hombre. Tarda diez minutos en llegar. Pasa un momento a casa y se va con prisas porque le esperan en otro sitio.
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00:00. El Madrid ha ganado 3-0. Elmo se va y llegan Triki y su novia Zoe. Epi también se va a su casa porque esta harto de esperar a su novia que le dijo hace dos horas que estaba al caer. Ponemos un documental de Joe Strummer en la tele pero apenas le hacemos caso porque todos estamos muy habladores. Llega la novia de Epi. Le decimos que ya se ha pirado y cuando ella le llama el ya no contesta al teléfono. La pobre se va por donde ha venido.
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01:00. Zoe no parece estar muy agusto entre tanto tío con ganas de hablar y de fumar y dice que se va. Su novio dice que se queda. Abrimos la segunda botella de ron.
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02:00 Tenemos la primera idea brillante de la noche, echar un poker. Nos hemos quedado sin tabaco así que con ninguna gana cojo el coche y me voy al Swing. Pillo un par de paquetes de Lucky y me alegro de no haber salido hoy por los bares. En el Swing no hay un alma aparte de las dos camareras rumanas y un tipo jugando a la tragaperras.
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02:10. Al llegar a la timba con los dos paquetes de tabaco soy recibido como un heroe. Coco tiene tapete y fichas de casino lo cual hace bastante mas cool la partida. Decidimos disfrazarnos. Blas se pone una gorra de pueblerino, Coco un sombrero de ganster, a mi me toca una gorra enorme que me pongo de lado como un latin king y Triki se coloca un gorro verde de duende que lleva incorporada una barba pelirroja. Nos hacemos el enésimo pelote y empezamos a jugar. Jugamos al texas holden porque ahora todo el mundo juega al texas holden. No me salen buenas cartas así que la primera vez que me salen un 9 y un 10 del mismo color me la juego y sigo subiendo por si cae la escalera. Coco entra al trapo y sube mi apuesta. Dos cartas más sobre la mesa, una J y una K. Subo más, si la última carta es una Q me lo llevo y sé que va a salir una Q. Sale un 6. Me quedo con una mano delante y otra detrás. Apenas veo a Coco trás su montón de fichas. Triki y yo intentamos imponer nuestro gusto musical, el quiere escuchar a Nirvana y yo a Led Zeppelin. Salomonicamente Coco decide no poner nada de eso sino la peli de La Naranja Mecánica como hilo musical. La gorra de latin king no me trae suerte. La cambio por una chapela con ikurriña bordada y pillo de mano dos Q. Quemo mis naves yendo con las pocas fichas que me quedan. Suena la flauta y con dobles parejas de Q y 4 repongo un poco mi patrimonio.
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06:05. No me queda ni una ficha. Pregunto la hora. Antes de que alguien proponga una pésima idea decido largarme y estos me secundan. Nos llevamos la basura, dejo a Triki en su casa y me voy en busca de mi cama. Me lo he pasado bien.
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martes, 2 de febrero de 2010

Lomo

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Si esto fuese un blog de fotografía hoy mismamente podría hablaros de las Lomo, esas pequeñas y rudimentarias cámaras de origen soviético que generaron una apasionada corriente de seguidores al popularizarse su uso en todo el mundo tras la caída del Muro de Berlín (juro que esto que acabo de escribir no lo he copiado palabra por palabra de ningun sitio). Con una de estas cámaras con nombre de embutido se consiguen imágenes saturadas de color, desenfocadas, sobreexpuestas y viñeteadas. Fotos sin pretensiones, frescas, chillonas. De la necesidad se hizo virtud y los defectos se convirtieron en un estilo propio sobre el que ahora gira una moda que mueve exposiciones, seminarios, congresos, etc. Todo esto y poco más lo podría desarrollar aquí si esto fuese un blog de fotografía........pero aquí venimos mayormente a hacer el payaso así que lo más importante que quiero que conozcáis acerca de las Lomo es que uno de sus dos inventores se llama Michael Panfilowitsch Panfiloff. En serio. Camarada Panfiloff. Entre risas he contrastado mis fuentes pues no me lo podía creer cuando lo he descubierto. No sé lo que significará Panfiloff en ruso pero lo que si sé es que si este tío ha venido alguna vez de vacaciones a España aún se deben de estar riendo en el hotel.
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