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Llevo un mes apuntado al gimnasio pero no empecemos a chuparnos las pollas todavía pues en esos treinta días solo he aparecido por allí diez o doce veces. Ir al gimnasio solito es aburrido e ir acompañado es tontería porque para hablar es mejor irse al bar. Al menos ya he superado la vergüencilla inicial causada por pasear mi pecholata entre tanto cuerpo hipertrofiado. Todos los gorilas de la puerta de los garitos de la zona (y en Salou otra cosa no habrá pero garitos hay mil) pululan por mi gimnasio y aquello es una orgía de venas hinchadas y gemidos. Todavía no me he echado ningún amigo allí, ni dios me da conversación y por un lado lo prefiero pues casi todos tienen cara de ser los campeones de Trivial de su pueblo. Yo llego con mi mp3 y mi toallita y tras un rato de bicicleta me pongo a hacer pesas y aparatos con la mirada perdida al frente como los caballos de los picadores, no quiero ver a ningún vigoréxico observando como me las veo y me las deseo para levantar treinta kilitos de mierda. El monitor me ha propuesto una tabla de ejercicios pero yo soy algo anarquista también para esto y prefiero revolotear de aparato en aparato dejándome llevar por mis sensaciones. No me dejo llevar del todo pues esas sensaciones casi siempre me incitan a largarme a casa y tumbarme en el sofá. Cuando mis fuerzas flaquean me concentro en el cuerpo de Brad Pitt en El Club de la Lucha y cuando esto no funciona intento recordar lo mal que lo pasé el año pasado en la playa escondiendo la lorza tras el periódico o siendo el único acomplejado que se metía en plena fiesta de la espuma de Pacha con la camiseta puesta. Tras un mes de gimnasio la única diferencia apreciable es que ahora me paso mucho más tiempo en gayumbos delante del espejo. La lorza sigue ahí (odio el cardio) y siendo muy optimista creo que mis dorsales son tres milímetros más grandes. Parte de culpa de esta escasa mejora es que mi gimnasio está en un hotel algo lujoso y el pastón que pago cada mes incluye el acceso a un spa de la ostia. ¿Quién quiere hacerse daño sudando como un pollo cuando puede retozar en agua calentita? La mitad de los días levanto las pesas con prisas para ir corriendo después a tirarme a la piscina, a las aguas termales, a los benditos chorros cervicales, al jacuzzi, al hot tube, al baño turco, etc…. A la sauna que vaya Rita la finlandesa si tiene cojones pero el baño turco es un gran invento. Al minuto de estar dentro me suda hasta el pendiente y, aunque apenas puedo respirar y boqueo como un besugo recién pescado, al salir tengo la sensación de haber eliminado las toxinas de mis últimas veinticinco borracheras. Como el gimnasio cierra a las doce de la noche aprovecho para ir a última hora pues para un tipo criado en pleno secarral de la meseta central es un gustazo tener todo un spa para él solo. Antes de esto la única vez en mi vida que se me ocurrió pasar unos días en un spa tuve una compañía tan maravillosa que a la vuelta estaba más cansado (y contento) que a la ida……mmmmmmmm......¿te acuerdas?
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Gotta get away.........Offspring
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