jueves, 9 de septiembre de 2010

El desayuno de los campeones

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La dependienta me observa de arriba abajo. Parece no haberme entendido. Se lo repito a la vez que enseño un arrugado billete de diez pavos.

-¿Tienes cambio?

Me vuelve a mirar como si me escanease. Tiene unos bonitos y tristes ojos verdes. Esta vez su mirada se detiene en el trapo mojado que llevo arrugado en una mano. Parece preguntarse si el trapo será lo que parece. Al menos ahora si me ha entendido.

-No, no tengo cambio tan pronto, acabamos de abrir- me contesta antes de darme la espalda y empezar a colocar en un cesto las barras de pan recién sacadas del horno.

Vaya por dios. Fumarse un puto cigarro va a ser más difícil de lo que parecía. No me queda otra opción que hacerlo por las malas.

-Pues entonces quiero una barra de pan.

La tipa se gira hacia mí y me mira como si le hubiese pedido el Santo Grial. Con la mejor sonrisa que soy capaz de poner a las siete de la mañana dejo los diez pavos encima del mostrador. En vez de mirar el billete ella vuelve a mirar el trapo que chorrea en mi mano. El goteo ha formado un pequeño charco junto a mis pies descalzos. La panadera de ojos tristes ya sabe lo que tiene que hacer tras colocar las barras de pan. Con el tono de voz que le pondrías a un yonqui que te persigue pidiéndote un euro me cuenta algo que ya sabíamos los dos.

-No quieres una barra de pan.

-No, quiero cambio para la maquina de tabaco, pero a este paso terminará entrándome hambre.

Mi chascarrillo no parece hacerle tanta gracia como a mí. La tipa resopla, masculla algo entre dientes del tipo “lamadrequetepario” y pone una chapata sobre el mostrador. No me molan las chapatas.

-Me vas a llamar pesado pero… ¿me das mejor una baguette?

Que el cliente siempre tiene la razón es algo que la dependienta está a punto de olvidar a juzgar por su mirada. Instintivamente me separo un poco del mostrador por si se le ocurre hacerme tragar la baguette ahí mismo.

-Te has levantado con ganas de tocar los cojones- me suelta con voz de choni poligonera.

-¿Tengo pinta de acabar de levantarme?


Ella comete el primer error y durante un milisegundo algo parecido a una sonrisa cruza su cara. Tras veintitrés horas despierto tengo pinta de muchas cosas pero no de acabar de beberme un Colacao. Algo en sus ojos verdes me dice que ya no me ve como un gilipollas sino como un gilipollas salao. Agarra una baguette, la pone sobre el mostrador y coge el billete arrugado. Cuando lo estira para meterlo en la caja un puñado de arena cae de su interior directamente sobre media docena de magdalenas. Una carcajada me sube desde el alma hasta la boca pero me la vuelvo a tragar temeroso de que la panadera me haga desayunarme seis magdalenas cubiertas de arena. Tras mirar las magdalenas durante unos segundos eternos ella vuelve sus tristes y preciosos ojos hacia mí como si esperase una solución a tal cagada. A mi me entran ganas de hacer un chiste sobre Ferran Adria y la nouvelle cuisine pero tengo muchas ganas de fumarme un piti y no quiero cagarla ahora que estoy tan cerca por lo que me quedo callado como una puta. Ella vuelve a romper el hielo.

- Lo tuyo es muy fuerte.

- ¿Lo mío?

- Si, a ver que hago yo ahora con esto.

- No te preocupes, los guiris se comen cualquier cosa, Spain is different.

- Toma tu baguette y tu cambio y vete a joder a otra parte anda, que me tienes negra.

- Gracias, eres un sol.

Cojo el pan y el cambio y me doy la vuelta ansioso por darle una calada a un Lucky de una puta vez. Recojo el paquete de tabaco de la maquina como si me acabase de tocar la especial en la tragaperras y antes de llevarme el cigarro a la boca escucho lo que llevaba tiempo esperando.

- Oye…….¿porqué llevas unos calzoncillos en la mano?
kkk
kkkk

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Q bueno Miguel!

Tienes q escribir más a menudo. Entiendo q es un coñazo, pero tus historias son la caña.
Un abrazo y espero verte esta noche,

Mundo

jmarior dijo...

no nos dejes así ¿por qué llebavas unos gallumbos en la mano? ¿quizás un trofeo de cuato oscuro?