.
La cara de la moneda es que conoces mucha gente. La cruz es que te toca despedirte de ellos quizá para siempre. Pasarte el verano lejos de tu casa es lo que tiene. Yo tiendo a dejarme llevar por las emociones inmediatas y subir o bajar dependiendo de lo que me ha pasado en las últimas veinticuatro horas. Yo definía esta forma de ser como bipolar a corto plazo pero el otro día una amiga de toda la vida me dijo que soy visceral y creo que tiene toda la razón. A mi me cuesta definirme pero creo que visceral me viene al pelo. Soy incapaz de separar mis emociones del resto de mi ser. Si estoy contento soy la alegría de la huerta y si estoy triste quiero desaparecer. No me llaméis por teléfono asustados, no me quiero morir, me quedan muchas cosas por hacer, aún no he montado en globo. Pero triste si que estoy. Triste por la gente que se me va, por los que han hecho mi mundo un poquito más grande y que ahora al largarse me han dejado hecho unos zorros. Tampoco os penséis que me ha dejado roto el corazón un rollete veraniego al que nunca más volveré a ver. No, estoy hablando de mis compañeros de trabajo, los que han venido a currar un mes en temporada alta y ya se han largado. Los compañeros con los que me he escaqueado a fumar un piti mientras poníamos a parir al jefe, los que me han reído las gracias, los que me han hecho partirme de risa con las suyas, los que me han engañado diciéndome que no aparento la edad que tengo, los que me han dado clases de catalán, los que se han sorprendido de que en Madrid le llamemos “mini” a un litro de cerveza o “movida” a cualquier cosa, los mismos que ya piensan en sus cosas mientras yo sigo pensando en ellos. Como según mi amiga soy visceral ahora mismo me parece que sin ellos ya nada será igual pero igualmente como soy visceral mañana me pasará algo que aún ni me imagino y que me hará subir de nuevo a lo más alto o ahogarme aún más en el fondo de mi negro pozo. Me gustaría tener una maquina del tiempo y retroceder un mes para volver a conoceros a todos o avanzar once meses y con un poco de suerte volver a veros vestidos de explorador preguntándole a los turistas si quieren una foto de bienvenida sin compromiso. Me encantaría volver a escucharos mascullar entre dientes “pues que te jodan” ante la negativa de esos turistas a hacerse la foto. No tengo maquina del tiempo, solo tengo un corazoncito pequeño pero lo suficientemente grande como para albergar todo lo bueno que me encuentro. Y este verano me estoy encontrando muchas cosas buenas. Lo mejor de ser visceral es que después de estas líneas ya no estoy triste, estoy contento por haberos conocido. No me conocéis lo suficiente como para saber lo cansino que soy y la guerra que os voy a dar para que no os olvidéis de mí.
La cara de la moneda es que conoces mucha gente. La cruz es que te toca despedirte de ellos quizá para siempre. Pasarte el verano lejos de tu casa es lo que tiene. Yo tiendo a dejarme llevar por las emociones inmediatas y subir o bajar dependiendo de lo que me ha pasado en las últimas veinticuatro horas. Yo definía esta forma de ser como bipolar a corto plazo pero el otro día una amiga de toda la vida me dijo que soy visceral y creo que tiene toda la razón. A mi me cuesta definirme pero creo que visceral me viene al pelo. Soy incapaz de separar mis emociones del resto de mi ser. Si estoy contento soy la alegría de la huerta y si estoy triste quiero desaparecer. No me llaméis por teléfono asustados, no me quiero morir, me quedan muchas cosas por hacer, aún no he montado en globo. Pero triste si que estoy. Triste por la gente que se me va, por los que han hecho mi mundo un poquito más grande y que ahora al largarse me han dejado hecho unos zorros. Tampoco os penséis que me ha dejado roto el corazón un rollete veraniego al que nunca más volveré a ver. No, estoy hablando de mis compañeros de trabajo, los que han venido a currar un mes en temporada alta y ya se han largado. Los compañeros con los que me he escaqueado a fumar un piti mientras poníamos a parir al jefe, los que me han reído las gracias, los que me han hecho partirme de risa con las suyas, los que me han engañado diciéndome que no aparento la edad que tengo, los que me han dado clases de catalán, los que se han sorprendido de que en Madrid le llamemos “mini” a un litro de cerveza o “movida” a cualquier cosa, los mismos que ya piensan en sus cosas mientras yo sigo pensando en ellos. Como según mi amiga soy visceral ahora mismo me parece que sin ellos ya nada será igual pero igualmente como soy visceral mañana me pasará algo que aún ni me imagino y que me hará subir de nuevo a lo más alto o ahogarme aún más en el fondo de mi negro pozo. Me gustaría tener una maquina del tiempo y retroceder un mes para volver a conoceros a todos o avanzar once meses y con un poco de suerte volver a veros vestidos de explorador preguntándole a los turistas si quieren una foto de bienvenida sin compromiso. Me encantaría volver a escucharos mascullar entre dientes “pues que te jodan” ante la negativa de esos turistas a hacerse la foto. No tengo maquina del tiempo, solo tengo un corazoncito pequeño pero lo suficientemente grande como para albergar todo lo bueno que me encuentro. Y este verano me estoy encontrando muchas cosas buenas. Lo mejor de ser visceral es que después de estas líneas ya no estoy triste, estoy contento por haberos conocido. No me conocéis lo suficiente como para saber lo cansino que soy y la guerra que os voy a dar para que no os olvidéis de mí.
.
Os dejo una canción del maestro Jacko que creo que le gusta mucho a alguien.
Os dejo una canción del maestro Jacko que creo que le gusta mucho a alguien.
.
kkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk