Parte de guerra

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Un mes después de mi llegada a la costa ya me he mimetizado completamente con el ambiente. Bañador con orquídeas estampadas, camiseta sin mangas, pulsera tobillera, un bronceado aceptable (en las pantorrillas, los antebrazos y el cuello), las gafas de sol cosidas a la cara y las chanclas pegadas a los pies. Lo peor aún está por llegar pues estoy pensando en comprarme una tabla de surf. Los genes de San Martin de la Vega me salen por los poros y voy a tener que hacer un gran ejercicio de contención para no comprármela. No sé surfear y aquí pocas veces hay olas adecuadas para ello pero mi insensatez de flipao pega fuerte y en este momento me parece que lo mejor que puedo hacer con mi vida es comprame la tabla más barata que encuentre en el Decathlon y ver que pasa. También he pensado que antes de dejarme un pastón y descubrir que solo utilizo la tabla de surf para planchar las camisas es mejor que me compre una de bodyboard por cincuenta pavos. Si resulta que la cosa me gusta tendré más razones para dar el salto a la categoría de surfero-guay. Conociéndome es muy problable también que me olvide de todo esto y termine comprándome una colchoneta hinchable que además sirve para echarte la siesta.

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Tanto contacto en el curro con los guiris de media Europa me ha obligado a cambiar mi ranking de razas a exterminar. Los franceses han desbancado a los italianos del numero uno. Excuse moi Laurent. Después de los franceses viene los rusos. Los rusos son lo peor pero se libran del numero uno porque las piernas de sus señoras no son normales y no es cosa de exterminar algo tan bello. Os hablaría de las piernas de la rusas si se pudiese describir tanta perfección con palabras. Pero no es así. Dibujar no sé y no conozco a ninguna para poder hacerla unas fotos así que solo espero que tengáis la suerte de ver de cerca esas preciosas curvas y comprobar así que Dios existe.

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¿Por casualidad no le sobrara a alguien alguna entradilla para el concierto de Muse en Madrid en Noviembre?

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