Biomanán

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70 kilos, ni uno más ni uno menos. 65 kilos repartidos por el cuerpo y 5 kilos amotinados en torno al ombligo. Gracias a una estricta dieta a base de grasas saturadas y zumo de cebada embotellado mi bombo de siete meses es cada vez más difícil de disimular. En lugar de una tableta de chocolate tengo un bollo y si paso un segundo más metiendo tripa me va a dar un ictus. El único cinturón que me vale es el del coche, en la ducha ya apenas diviso mis pelotas y si me pongo una de mis camisetas talla S luego necesito de dos personas para quitármela. Urge parar este desenfreno adiposo antes de que mi foto de carné sea una foto aérea pero es complicadete porque mis tres principios básicos a la hora de comer son: comer mucho, comer deprisa y comer siempre. Dejar de comer con ansia y a todas horas sin duda seria un buen comienzo. No estaría mal tampoco rebajar la ingesta de pan a solo una barra al día. Pero yo no sé comer sin pan, de hecho tampoco sé comer con pan, solo sé comer con mucho pan. Los suculentos guisos de mamá tampoco ayudan a cuidar la linea y tumbarse a la bartola después de ingerir dos platos de fabada lo recomiendan nueve de cada diez médicos para tener una buena digestión. Esa es otra. Desde que dejé de currar me muevo menos que Bardem en "Mar Adentro". No me lo creo ni yo pero si nadie lo remedia la semana que viene empiezo en el gimnasio one more time. No me apetece nada pero algo tengo que hacer si quiero perfilar mi oronda silueta. Aparte de mi michelín de cinco kilos soy un tirillas por lo que con algo de disciplina no me debería costar mucho endurecerme un poco. El verano pasado me hinché a ver cuerpos apolíneos en la playa y a Dios pongo por testigo que jamas volveré a tener que esconder mis lorzas tras el periódico. Además, si vuelvo a la playa con semejante barriga en cuanto me tumbe y me despiste van a venir los de Greenpeace para devolverme al mar.

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