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La diversión nunca acaba en la casa de la risa. Otra vez estamos de hospitales. Esta vez no le ha tocado a mi padre sino a mi abuela. A mi padre casi le toca también esta mañana cuando ha tenido la brillante idea de intentar mover la piscina portátil (portátil por los cojones) una vez que ya estaba llena de agua. El chasquido que le ha dado en los riñones lo ha oído hasta el vecino. El pobre se ha quedado más doblao que una garrota durante un rato y se ha pasado el resto del día con una manta eléctrica y el aire acondicionado puesto. Mi abuela esta vez tiene un trombo en una pierna y la tensión como un bakala. No sé si será por las movidas que esta tomando o por la tensión alta pero resulta que ahora mi abuela, que ya os conté que en la residencia apenas decía nada y estaba como ausente, habla por los codos. Eso si, el alzhéimer sigue ahí y escucharla aparte de un gusto a veces es, con todo el respeto, un despiporre. Lo mismo te quiere dar un beso como te manda a freír espárragos. Un colega que tiene a su padre allí ingresado ha pasado a saludar un momento y mi abuela le ha dado dos besos, le ha cogido bien fuerte del brazo y le ha contado su vida y milagros con ojitos dulces. Cuando he intentado interceder por mi amigo mi abuela me ha mirado mal, me ha preguntado qué hacia yo allí y me ha dicho que me fuera donde me quisieran. Joder.
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1 comentario:
jajajajaja, no te lo tomes mal hombre es que a ti te tiene muy visto...jajajaja
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