miércoles, 3 de diciembre de 2008

Frescuni

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El invierno es crudo y mi cueva es fría. Como mis padres ni se imaginaban que algún día su independizado hijo volvería al hogar paterno a tratar de coger carrerilla decidieron que en el sótano de la casa nueva no hacía falta poner calefacción pues no lo pensaban utilizar mucho. Ahora yo me paso el día aquí y tengo los dedos como Juanito Oyarzabal. Mi habitación está arriba y está calentita, pero es eso, una habitación (de hecho, menos la bombilla y el colchón sigue siendo la misma habitación que tuve desde que nací hasta que me fui de casa, la habitación ha cambiado de casa pero sigue siendo la misma, como yo) y el sótano es más grande y tiene más posibilidades. Pero es frío como su puta madre. Me defiendo del frescuni con una estufilla que calienta si te pones a tres centímetros de ella y un calefactor parecido a R2D2 que supuestamente lanza un chorrillo de aire caliente pero que no consigo que funcione bien y que por ahora solo me calienta la cabeza. Además tengo unos guantes sin dedos, una bufanda verde, una manta marrón, un termo y una faja. No lo utilizo todo al mismo tiempo, no quiero criar pollos, lo tengo ahí por si el invierno arrecia. Tiene que arreciar mucho para que no me de vergüenza ponerme la faja. Que sepáis que es una faja de Nike y no la de vuestra abuela.
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Creo que voy a hacerme otro colacao y a ponerme otro rato a tres centímetros de mi estufa.
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