No sé si alguna vez encontraré un curro tan relajado y poco rutinario como lo era el que tenía en
Fotocasa. Se trataba de ir en mi coche con mi
musiquita, mi cigarrito y mis historias hasta la casa de alguien para hacer unas
fotillos de la misma con el fin de venderla pronto. También podía ir en metro con mi periódico y mi
musiquita. Me engañaban con el sueldo pero no con el trabajo. A veces había un
poquitín de
estrés con demasiadas citas para el mismo día pero eran las menos, lo normal era ir sin prisa. Al final y gracias a la crisis inmobiliaria no hacíamos ni el huevo, nos pagaban por estar en casa y claro, nos despidieron.
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Además era un trabajo nada aburrido pues nunca sabias donde ibas ni a quien te ibas a encontrar al
dia siguiente. Y yo me he encontrado de todo: bellas personas, imbéciles, locos, ricos, pobres,
supermegapijos,
hippies, síndromes de
Diógenes,
obsesivocompulsivos por la limpieza, guarros de solemnidad, desconfiados que me miraban mal, sospechosos que me miraban demasiado bien, fascistas,
rojeras, mujeres
arabes que se ponían el velo antes de dejarme entrar en su casa, chulos con pinta de
maltratador, princesas, brujas, camellos,
yonkis, “famosos”, monjas, curas, putas, tunos, abuelas
rockeras,
alzheimeres galopantes, niños cabrones,
lolitas,
listillos,
merluzos y gente con bigote.
.También he lidiado con perros mordedores, perras en celo, perritos que se meaban al acariciarlos, loros bocazas, loros tímidos, iguanas
pasotas, gallinas ponedoras, conejos temblorosos, ratones de laboratorio, ratas de las gordas, pollitos de colores y gatos empecinados en meterse en mi mochila. A un perro labrador
calentorro y
gay me lo tuvo que quitar el dueño de encima a patadas cuando estaba a puntito de
desvirgarme el culo. El perro se llamaba
Roco.
.Hogares también he visto miles en todos estos años. Mansiones con criados, cuchitriles de doce metros cuadrados (en serio, el dueño tuvo que irse porque salía en la foto),
lofts de diseño para montar
fiestones de
cagarse,
corralas de
Berlanga,
sotanos indescriptibles, buhardillas sin baño y con un microondas por cocina,
duplex en la Castellana con piscina en la azotea y pisos patera con tres habitaciones y quince inquilinos felices. De estos últimos he visto muchos, a las mansiones solo iba de casualidad pues mi zona de trabajo era el sur de Madrid y comprendía sitios como San Cristóbal, Pan Bendito, El Tercio,
Orcasitas,
Orcasur, Caño Roto, el Pozo del Tío
Raimundo, San
Fermin…etc…….y que conste que las tres veces que alguien se empeñó en darme una propina fue en estos barrios y no en mis visitas a la gente guapa.
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En teoría yo iba a las casas solo a hacer fotos pero cada casa es un mundo y yo soy muy
majete por lo que muchas veces me tocó ayudar a hacer camas, barrer, mover muebles, recoger ropa del tendedero, ayudar a cambiar pañales, poner cuadros, arreglar cámaras de fotos, quitar cortinas, poner cortinas, emborracharme, mediar en discusiones de pareja, predecir los números de la primitiva, ver fotos de las vacaciones de otro, fumar hierba, quitar el hipo, cuidar niños un minuto que se convirtió en una hora, pedir perdón mil veces por haber roto una exclusiva
figurita de madera traída de África, auxiliar ancianas, recibir achuchones de esas ancianas, aguantarme las ganas de decirle a la dueña del piso lo buena que esta con el
camisón, ir al baño a hacer popó y descubrir que no hay papel,
beberme tres
cafés con un
ángel hasta que llegó su marido motero y me tuve que ir, abrir baños y encontrarme a alguien sentado en la taza y sobre todo, hacer de psicólogo. La gente esta muy mal, necesita que la escuchen y yo ni quiero ni sé dar consejos pero escucho muy bien. Con la mejor intención yo le preguntaba a todo el mundo “¿Qué tal todo?” y así me pasaba, que a veces la gente me contaba como le iban las cosas de verdad. Me han llegado a llorar en el hombro y no solo una vez. Sobre todo señoras de mediana edad con una vida muy diferente a la que algún día soñaron. Con una vida con la que no sueñas porque es la tuya.
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